Dubrovnik en miniatura, ubicada a unos veinte kilómetros al norte de Split, definitivamente vale la pena visitar Trogir. Una vez pasado el puente de entrada a la ciudad, déjate guiar por las estrechas calles de esta ciudad con fuerte influencia veneciana. Ve en busca de la efigie de Kairós, divinidad del momento presente y emblema de la ciudad. Aprecia el esplendor de los edificios a lo largo de la plaza central que te mostrarán cómo vivían las familias adineradas de origen italiano que tenían en su poder las llaves de la ciudad.
Una vez finalizada la visita, no dudes en detenerte en el paseo marítimo del puerto. Tómate un café mientras contemplas los barcos situados a pocos metros de ti para luego dirigirte a la fortaleza de Kamerlengo que custodia la entrada al puerto y que hoy en día vale más por los conciertos de música clásica o de otro tipo que allí se organizan que por su estado de conservación…
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Si las inversiones realizadas en las últimas décadas han salvado a un buen número de edificios de un derrumbe programado, todavía quedan algunos, testigos de una época en la que el turismo no estaba de actualidad, que realmente necesitarían un buen lavado de cara, lo que no hace más que aumentar el encanto de este pequeña ciudad que guarda la entrada a la isla de Ciovo.
Cruza el segundo puente y examina la isla de Ciovo. ¡No, no estás soñando! ¡Al cruzar los pocos metros que separan Ciovo de Trogir, se encuentra en la Grande Motte! Un desastre arquitectónico donde reina el mal gusto, la isla es una de las pocas verrugas en la costa dálmata. Sin embargo, para los iniciados lo suficientemente valientes como para desafiar el tráfico y los caminos de tierra y rocas y cruzar la isla de un extremo al otro, hay una recompensa merecida: algunas playas pequeñas y pequeños konobas (restaurantes) donde uno estaría dispuesto a pasar unos minutos. horas o incluso la jubilación!
